Herman y Rosie.
Gus Gordon.
Corimbo
La cubierta deja intuir un disco de vinilo. Sobre él, dos personajes interpretan su música, uno de espaldas al otro. El ambiente de jazz impregna cada página de esta historia: ¿una canción de amor?
Dicho así, puede sonar un poco extraño para ser un libro infantil. Sin embargo, las peripecias y desencuentros de Herman y Rosie en las calles de Nueva York no desentonan en absoluto entre los libros que hemos elegido para iniciar nuestras Rutas del 2015: hay búsqueda, identidad y relaciones que la conforman, tanto con el entorno como con aquellos que lo habitan.
Y la clave está en los detalles, esos mismos detalles que los niños adoran. Temas, palabras e imágenes nos parecen engañosamente sencillos, pero se desarrollan con la calma cuidadosa de las cosas bien hechas:
Desde las guardas, con su plano cuadriculado y bien reconocible, nos sumergimos en la ciudad más retratada por el cine. Recorremos un escenario donde todos hemos vivido ya muchas aventuras, aunque nunca hayamos puesto en ella nuestros pies. De hecho, es fácil asumir también la personalidad y los sueños de los dos protagonistas, artistas desconocidos que viven su día a día en apartamentos vecinos. ¿Por qué, entonces, nos detenemos en sus miradas? Porque lo familiar está lleno de sorpresas: pequeñas fotografías que se insertan con naturalidad en el trazo suelto del ilustrador; pedazos de cuadrícula que adquieren vida nueva como baldosas, tejido o papel pintado; postales que actúan como viñetas; anuncios, avisos o asientos contables que se suman a la historia; un skyline de recortes impresos y texturas misteriosas que colorean el espacio.
La magia podría venirse abajo con facilidad cuando llega el encuentro final, por todos esperado. Pero la maestría del último acorde vuelve a poner a la ciudad en el centro de la pantalla, ahora transformada por la compañía, por la emoción de descubrir juntos lo cotidiano y convertirlo en un proyecto de futuro.
No te quedes sólo con una cara del disco. Escucha también la “cara B”.