Al hablar de movimiento de manera general, se pierden muchos matices y posibilidades. Moverse puede significar cambiar de posición física, pero también puede tener otras connotaciones. Los movimientos pueden ser de muchos tipos —externos e internos, visibles e invisibles, por nombrar algunos— y pueden manifestarse en distintos ámbitos, tener múltiples cualidades y partir de las más diversas motivaciones. La combinación de estos factores determina la magnitud y trascendencia de cada movimiento. A veces, un solo paso en la dirección deseada puede desencadenar una serie de eventos incalculables, mientras que otras veces uno puede viajar cientos de kilómetros sin llegar a ninguna parte, si la mente se niega a moverse durante el recorrido.
En este breve compendio, comparto cuatro aspectos del movimiento que han influido especialmente en la construcción de mi visión y voz como artista, centrándome en las búsquedas de donde han partido y las nuevas preguntas que éstas me han generado.
1. Mudanza radical: desempolvar y reamueblar la identidad
¿Quién podría y querría ser yo?
Mudarme de casa, ciudad, país, continente y cultura es uno de los movimientos más radicales que he experimentado. Sin embargo, la radicalidad no reside tanto en la distancia física recorrida, sino en el hecho de haber viajado sola, sin conocer a nadie al otro lado, y haberlo hecho voluntariamente. Sin una reputación ni una imagen que mantener en el día a día, mi identidad se convirtió en un campo de experimentación. Todo era cuestionable: estilo, rutinas, gustos, intereses, ideas, costumbres y prioridades. ¿Y si la historia que me había contado sobre mí misma no era la única posible? Migré para estudiar, no para escapar, o al menos eso creía. No fui consciente del peso de las definiciones y las certezas anquilosadas hasta que me vi sin ellas. Sin embargo, no se puede habitar permanentemente en lo desconocido; es agotador y solitario. Poco a poco te habitúas, te refamiliarizas y acabas echando raíces. ¿Cómo se puede crear un sentido de pertenencia que sea flexible y permeable al cambio?

2. Prácticas mutantes: caminos y paradigmas movedizos
¿Qué alimenta mi curiosidad?
Cada proyecto en el que he trabajado ha sido un viaje al que me he lanzado con el kit básico de supervivencia, sin saber qué voy a necesitar ni dónde lo voy a encontrar. Cambio constantemente de materiales, herramientas, soportes, estilos, formatos, enfoques y temas. Quizás este deseo de descubrir el «cómo» y no dar nada por sentado es uno de mis principales motores. La indagación y la investigación también se alimentan y redirigen por las comunidades y los públicos para los que trabajo. Al cambiar de comunidad y de ámbito, cambian las necesidades, los códigos y las referencias. Es un terreno fértil y emocionante el del no saber y permitirse explorar. Sin embargo, también puede generar confusión hacia el exterior y desgaste interno. ¿Exactamente qué tipo de artista o de profesional soy? ¿Qué pasa si no me especializo en algo, si no tengo un estilo identificable y una técnica perfeccionada? ¿Qué costes tiene la constante reinvención? ¿Hasta qué punto es sostenible?

3. Dentro y fuera: cambiar el foco y la distancia
¿Cómo puedo transitar entre los estímulos externos e internos, entre los otros y yo, de una manera honesta y cuidadosa con las necesidades de cada uno?
Hay temporadas en que trabajo aislada, casi sin salir de casa. A veces lo hago en coworkings, bibliotecas, cafés, parques y piscinas. Hay etapas en las que salir, moverme y conectarme con el mundo a través de los sentidos es crucial. Es lo que nutre y desbloquea las ideas. A veces, salir es una forma de evadirme ante la incomodidad y la frustración de lo que no avanza en la mesa de trabajo. A veces, no salir es una estrategia para mantener el control y no afrontar lo incierto e imprevisible del exterior. De manera más sutil, esto pasa también con la materia misma de lo que creo. Ha habido largas temporadas en las que he puesto el foco de mi atención hacia otras personas, sus experiencias, sus búsquedas y sus procesos, y esto ha sido la materia prima de mi trabajo. Estas experiencias y colaboraciones han expandido significativamente mi forma de entender a las personas y de acercarme a otras perspectivas pero en ocasiones me he llegado a sentir desdibujada y con dificultades para discernir mi propia voz y mi postura. ¿Qué tan democrática puede ser realmente la creación colaborativa o de un proyecto compartido? Volver a explorarme a mí misma y validarme como fuente de inspiración y conocimiento tras mucho tiempo fuera de mí ha sido retador, pero también emocionante. No creo que la cuestión sea elegir entre dentro y fuera sino pensar: ¿cuándo me muevo para ampliar posibilidades y cuándo lo hago para evitar incomodidades?

4. Recalibrar el velocímetro: moverse y crear al tempo propio
¿Qué opciones se cerrarían si modificara la velocidad a la que voy? ¿Qué posibilidades se abrirían?
Recientemente me fracturé el pie derecho mientras preparaba la maleta de un viaje de trabajo a las prisas. Tras un periodo de movilidad restringida mi idea del movimiento ha cambiado. Antes, lo veía como una herramienta esencial para regularme, activarme y motivarme. Pensaba que mantenía un ritmo razonable para crear y descansar. Sin embargo, detenerme por indicación médica me hizo ver que no era honesta con la cantidad de energía que tenía en relación con la intensidad de mis proyectos. Al recibir la baja, pensé que ya iba todo lo despacio posible, pero resultó que podía ir aún más lento. Lo que parecían renuncias resultaron ser ganancias: al descansar más y hacer menos, gané energía y claridad para tomar decisiones y soltar cosas. Ahora me cuestiono si previamente iba al ritmo que quería o al que pensaba que debía ir para hacerlo «todo». Me pregunto si moverme constantemente era una forma de evitar elegir, de no «renunciar». Entonces, surge la pregunta: ¿cómo distinguir el movimiento como motor vital, del movimiento como huida?
Biografía
DANIELA MARTAGÓN (Ciudad de México, 1986) Pensadora inquieta, artista visual y ciudadana del mundo. Es cofundadora del sello editorial madrileño Wonder Ponder y coautora de su colección de filosofía visual para todas las edades. Su proyecto Pánico escénico, bitácora de campo contó con el Apoyo a la Creación para Jóvenes Creadores 2021-2022 de la Secretaría de Cultura de México en la disciplina de artes visuales y narrativa gráfica. Como relatora y facilitadora gráfica participa regularmente en proyectos de investigación y creación colaborativa, entre los que destacan Libertad (Laboratorio de Antropología Audiovisual Experimental) y (De)construyendo el museo (Museo Nacional Reina Sofía). Actualmente forma parte del equipo de educación del proyecto Ángulos Cardinales (Museo Nacional del Prado) y colabora con la Escuela antirracista, la biblioteca y el programa de voluntariado de Espacio Afro.
Edición: Beatriz Sanjuán · Freddy Gonçalves
«Este proyecto ha recibido una ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte a través de la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura»

Un comentario
Interesante y revelador!!