En la fuente juegan a pídola interminables filas de gotas de agua: mientras una se agacha, otra salta sobre ella. La superficie tiembla y todas ríen. Nosotras las convertimos en doodles.
Ya os dijimos que este tipo de dibujo era sencillo e intuitivo. Os lo vamos a demostrar con estas dos tarjetas, que hacen las veces de casilla de salida.
La de color gris oscuro está pintada con rotulador blanco. Antes de que protestéis porque es difícil de conseguir, os recuerdo que todos tenemos lápices blancos en el fondo de nuestros estuches, así como cartulinas negras que nos sobraron del curso pasado. Son la pareja ideal y no sólo para desplegar una noche estrellada. Aquí hemos empezado con unos círculos vacíos, los rellenamos con otro círculo más pequeño y un punto grueso en el centro, para terminar uniéndolos con otros aún más pequeños que parecen huevos de rana multiplicándose en la charca. O el tapete de «crochet» de la Tía María, si lo prefieres.
La de cartón elige las líneas rectas en lugar de las curvas, cuadrados en vez de círculos. Los cuadrados se unen y rodean con un trazo más grueso de otro color. También se rellenan con cuadrados más pequeños y se adornan con estrellas por dentro y por fuera. Me parece que nos han escuchado y han sentido envidia.
¿Y tú? ¿Sientes envidia de lo bien que han quedado? Pues te aseguro que es muy fácil superarnos. Elige tus colores y envíanos los resultados. Eso sí: Utiliza un formato pequeño para tus primeras obras, que serán las que necesiten más concentración y paciencia… ¡y ten cuidado con las siguientes, porque puedes sucumbir a la enfermedad del doodle!